El amor

miércoles, 14 de marzo de 2007

 


Cuando el Amor os llame, seguidle,

aunque sus caminos sean agrestes y escarpados.

Y cuando sus alas os envuelvan, dejadle,

aunque la espada oculta en su plumaje pueda heriros.

Y cuando os hable, creedle,

aunque su voz pueda desbaratar vuestros sueños

como el viento asola vuestros jardines.

Porque así como el amor os corona, así os crucifica.

Así como os agranda, también os poda.

Así como sube hasta vuestras copas

y acaricia vuestras más frágiles ramas que tiemblan al sol,

también penetrará hasta vuestras raíces

y las sacudirá de su arraigo a la tierra.

Como gavillas de trigo, os aprieta contra su corazón.

Os apalea para desnudaros.

Os trilla para liberaros de vuestra paja.

Os muele hasta dejaros blancos.

Os amasa hasta dejaros livianos;

Y luego, os mete en su fuego sagrado,

y os transforma en pan místico para el banquete divino.

Todas estas cosas hará el Amor por vosotros

para que podáis conocer los secretos de vuestro corazón,

y con este conocimiento os convirtáis en el pan místico del banquete divino.

Pero si en vuestro temor sólo buscáis la paz del Amor y el placer del Amor,

entonces más vale que cubráis vuestra desnudez y salgáis de la era del Amor,

para que entréis en el mundo carente de estaciones, donde reiréis,

pero no todas vuestras risas, y lloraréis, pero no todas vuestras lágrimas.

El Amor sólo da de sí y nada recibe sino de sí mismo.

El Amor no posee, y no deja poseer:

Porque el Amor se basta así mismo.

Cuando améis no debéis decir "Dios está en mi corazón",

sino "estoy en el corazón de Dios".

Y no penséis que podréis dirigir el curso del Amor,

porque el Amor si os halla dignos, dirigirá él vuestro curso.

El Amor no tiene más deseo que el de alcanzar su plenitud.

Pero si amáis y habéis de tener deseos, que sean así:

De diluiros en el Amor y ser como un arroyo que canta su melodía a la noche.

De volver a casa al crepúsculo con gratitud,

y luego dormirse con una plegaria en el corazón por el bienamado,

y con un canto de alabanza en los labios.

K.Gibran (extracto de "El profeta").

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