Me debes sólo una sonrisa

martes, 30 de octubre de 2007

Sonrisa, Pablo Genovés

Me debes sólo una sonrisa,
si crees que te he ayudado.
Me debes una sonrisa
por estar siempre a tu lado.

Y las lágrimas
‘gotas de amargura
que bañan tu día a día’.

Y la amargura
‘mueca de dolor
que pone el alma
a la tristeza’…,

se irán.

Y por dura que sea la caída,
te levantaré, tendida mi mano.
Y cuando creas no encontrar salida,
inventaremos puertas, y en el rellano,
te susurraré como una brisa:
‘Me debes solo una sonrisa’.

Txus Di Fellatio

Amén

lunes, 29 de octubre de 2007


Que te acoja la muerte

con todos tus sueños intactos.

Al retorno de una furiosa adolescencia,

al comienzo de las vacaciones que nunca te dieron,

te distinguirá la muerte con su primer aviso.

Te abrirá los ojos a sus grandes aguas,

te iniciará en su constante brisa de otro mundo.

La muerte se confundirá con tus sueños

y en ellos reconocerá los signos

que antaño fuera dejando,

como a un cazador que a su regreso

reconoce sus marcas en la brecha


Álvaro Mutis

El inglés que subió una colina y bajo una montaña

sábado, 27 de octubre de 2007

Grandeza

viernes, 26 de octubre de 2007

¿Cómo puede costar tanto?
¿Cómo nos puede costar olvidarte?
¿Cómo si no te conocimos?
¿Cómo si sólo te escuchamos?

Sólo sé, que siento dolor,
Y que el dolor no cesa
Porque se ha ido un grande
El auténtico Grande de España.

Grande sobre todo de corazón,
Grande en conocimiento,
Grande de voz maestra,
Grande de la comunicación.

Ojalá tus palabras
Nos hagan entrar en razón
Y se haga verdadera
Tu consigna: ¡Fuerza y Honor!

Donde la noche

miércoles, 24 de octubre de 2007


Donde la noche se enamora del misterio,

y envuelve con su capa

a esas almas heridas de soledad,

para que no mueran de frío.

Donde la noche se transforma en una voz

y acuna la imaginación

y los sueños de libertad.

Donde la esperanza pasea de la mano del saber.

Donde te espero, en la Rosa de los Vientos.

Las palabras del Jefe Indio


¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aún el calor de la tierra?
Dicha idea nos es desconocida.
Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas
¿Cómo podrían ustedes comprarlos? Cada parcela de esta tierra es sagrada para mi pueblo.
Cada brillante mata de pino,
cada grano de arena de las playas,
cada gota de rocío en los oscuros bosques,
cada altozano y hasta el sonido de cada insecto
es sagrado a la memoria y al pasado de mi pueblo.
La savia que circula por las venas de los árboles
lleva consigo las memorias de los pieles rojas.
Los muertos del hombre blanco olvidan su país de origen
cuando emprenden sus paseos por las estrellas; en cambio,
nuestros muertos nunca pueden olvidar esa bondadosa tierra,
puesto que es la madre de los pieles rojas.
Somos parte de la tierra y así mismo, ella es parte de nosotros.
Las flores perfumadas son nuestras hermanas;
el venado, el caballo, la gran águila; estos son nuestros hermanos.
Las escarpadas peñas, los húmedos prados,
el calor del cuerpo del caballo y el hombre,
todos pertenecemos a la misma familia.
Por todo ello cuando el Gran Jefe de Washington nos envía
el mensaje de que quiere comprar nuestras tierras dice que nos reservará
un lugar en el que podamos vivir confortablemente entre nosotros.
El se convertirá en nuestro padre y nosotros en sus hijos.
Por ello consideramos su oferta de comprar nuestras tierras.
Ello no es fácil, ya que esta tierra es sagrada para nosotros.
El agua cristalina que corre por los ríos y arroyuelos no es solamente agua,
sino, también, representa la sangre de nuestros antepasados.
Si le vendemos nuestra tierra deben recordar que es sagrada
y a la vez deben enseñar a sus hijos que es sagrada
y cada reflejo fantasmagórico en las claras aguas de los lagos
cuenta los sucesos y memorias de las vidas de nuestras gentes.
El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.
Los ríos son nuestros hermanos y sacian nuestra sed;
son portadores de nuestras canoas
y alimentan a nuestros hijos.
Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y enseñarles a sus hijos
que los ríos son nuestros hermanos y también lo son suyos y, por lo tanto,
deben tratarlos con la misma dulzura con la que se trata a un hermano.
Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida.
El no sabe distinguir entre un pedazo de tierra y otro,
ya que es un extraño que llega de noche y toma de la tierra lo que necesita.
La tierra no es su hermana, sino su enemiga, y una vez conquistada
sigue su camino, dejando atrás la tumba de sus padres sin importarle.
Le secuestra la tierra a sus hijos. Tampoco le importa, tanto
la tumba de sus padres como el patrimonio de sus hijos son olvidados.
Trata a su madre, la tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos
que se compran, se explotan y se venden como ovejas o piedras de colores.
Su apetito devorará la tierra, dejando atrás solo un desierto.
No se, pero nuestro modo de vida es diferente al de ustedes.
La sola visita de sus ciudades apena los ojos del piel roja.
Pero quizá sea por que el piel roja es un salvaje y no comprende nada.
No existe un lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco,
ni hay sitio donde escuchar como se abren las hojas de los árboles en primavera
o como aletean los insectos.
Pero quizá también esto debe ser porque soy un salvaje que no comprende nada.
El ruido solo parece insultar nuestros oídos.
Y después de todo, ¿para que sirve la vida si el hombre no puede escuchar
el grito solitario del chotacabras no las discusiones nocturnas de las ranas
al borde de un estanque?.
Soy un piel roja y nada entiendo.
Nosotros preferimos el suave susurro del viento sobre la superficie de un estanque,
así como el olor de ese mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o
perfumado con aromas de pinos. El aire tiene un valor inestimable para el piel roja,
ya que todos los seres comparten un mismo aliento,
la bestia, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire.
El hombre blanco no parece consciente del aire que respira;
como un moribundo que agoniza durante muchos días es insensible al olor.
Pero si les vendemos nuestras tierras, deben recordar que el aire nos es inestimable,
que el aire comparte su espíritu con la vida que sostiene.
El viento que dio a nuestros abuelos el primer soplo de vida
también recibe sus últimos suspiros. Y si les vendemos nuestras tierras,
ustedes deben conservarlas como cosa aparte y sagrada,
como un lugar donde hasta el hombre blanco pueda saborear
el viento perfumado por las flores de las praderas.
Por ello, consideramos su oferta de comprar nuestras tierras
y si decidimos aceptarla yo pondré una condición:
el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos.
Soy un salvaje y no comprendo otro modo de vida.
He visto a miles de búfalos pudrirse en las praderas,
muertos a tiros por el hombre blanco desde un tren en marcha.
Soy un salvaje y no comprendo como una máquina humeante
puede importar mas que el búfalo, al que nosotros solo matamos para sobrevivir.
¿Qué sería del hombre sin los animales?
Si todos fueran exterminados, el hombre moriría de una gran soledad espiritual;
porque lo que suceda a los animales también le sucederá al hombre, todo va enlazado.
Deben enseñarles a sus hijos que el suelo que pisan son las cenizas de nuestros abuelos.
Inculquen a sus hijos que la tierra esta enriquecida
con las vidas de nuestros semejantesa fin que sepan respetarla.
Enseñen a sus hijos que nosotros hemos enseñado a los nuestros
que la tierra es nuestra madre;
y que todo lo que le ocurra a la tierra le ocurrirá a los hijos de la tierra.
Si los hombres escupen en el suelo, se escupen a si mismos.
Esto sabemos: la tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra.
Esto sabemos: todo va enlazado, como la sangre que une una familia.
Todo va enlazado. Todo lo que le ocurra a la tierra le ocurrirá a los hijos de la tierra.
El hombre no tejió la trama de la vida; él solo es un hijo.
Lo que hace con la trama se los hace a si mismo.
Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con él de amigo a amigo,
queda exento del destino común.
Después de todo quizá seamos hermanos.Ya veremos.
Sabemos una cosa que quizá el hombre blanco descubra algún día:
nuestro Dios es el mismo Dios.
Ustedes pueden pensar ahora que El les pertenece,
lo mismo que desean que nuestras tierras les pertenezcan, pero no es así.
El es el Dios de los hombres y su compasión se comparte por igual
entre el piel roja y el hombre blanco.
Esta tierra tiene un valor inestimable para El,
y si se daña se provocaría la ira del Creador.
También los blancos se extinguirán, quizá antes que las demás tribus.
Contaminan sus lechos y una noche perecerán ahogados en sus propios residuos.
Pero ustedes caminaran hacia su destrucción rodeados de gloria,
inspirados por la fuerza de Dios que os trajo a esta tierra y que
por algún designio especial, les dio dominio sobre ella y sobre el piel roja.
Ese destino es un misterio para nosotros, pues no entendemos por qué
se exterminan los búfalos, se doman los caballos salvajes, se saturan
los rincones secretos de los bosques con el aliento de tantos hombres
y se atiborra el paisaje de las exuberantes colinas con cables parlantes.
¿Donde está el matorral? Destruido.
¿Dónde está el águila? Desapareció.
Termina la vida y empieza la supervivencia.
Noah Sealth (1786-1866)

La poesía es un arma cargada de futuro

martes, 23 de octubre de 2007

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,

más se palpita y se sigue más acá de la conciencia,

fieramente existiendo, ciegamente afirmando,

como un pulso que golpea las tinieblas,

que golpea las tinieblas.


Cuando se miran de frente

los vertiginosos ojos claros de la muerte,

se dicen las verdades;

las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas

que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,

piden ser, piden ritmo,

piden ley para aquello que sienten excesivo,

Con la velocidad del instinto,

con el rayo del prodigio,

como mágica evidencia, lo real se nos convierte

en lo idéntico a sí mismo.


Poesía para el pobre, poesía necesaria

como el pan de cada día,

como el aire que exigimos trece veces por minuto,

para ser y en tanto somos, dar un sí que glorifica.


Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan

decir que somos quien somos,

nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.

Estamos tocando el fondo.


Maldigo la poesía concebida como un lujo

cultural por los neutrales

que, lavándose las manos se desentienden y evaden.

Maldigo la poesía de quién no toma partido

partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas.

Siento en mí a cuantos sufren,

y canto respirando.

Canto y canto y cantando más allá de mis penas,

de mis penas

personales, me ensancho.


Quiero daros vida, provocar nuevos actos,

y calculo por eso, con técnica que puedo.

Me siento un ingeniero del verso y un obrero

que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesia: poesía-herramienta

a la vez que latido de lo unánime y ciego.

Tal es, arma cargada de futuro expansivo

con que te apunto al pecho.


No es una poesía gota a gota pensada.

No es un bello producto. No es un fruto perfecto.

Es algo como el aire que todos respiramos

y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.


Son palabras que todos repetimos sintiendo

como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.

Son lo más necesario: lo que no tiene nombre

Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.
Gabriel celaya

El gran Cebri

lunes, 22 de octubre de 2007

En ocasiones la barbarie, la guerra o el egoísmo de algunos congéneres ponen en un difícil trance cualquier comprensión hacia la conducta de la raza humana. No obstante, existen casos asombrosos de altruismo y generosidad que nos invitan a una reconciliación fraternal con nuestra especie.
En todas las culturas ancestrales se propone, como esencia de su raíz, la elección entre el bien y el mal, la luz y las tinieblas, los demonios o los ángeles. Dichos posicionamientos son una constante en el devenir de la cronología humana. Unos eligen lo que entendemos como lado maligno y, en ese sentido, destruyen, matan, violan, torturan..... Lo hacen en calidad de misántropos, gente sin escrúpulos que incita al odio y a la hecatombe. Sin embargo, en contraposición a éstos terribles seres, se encuentran los que optan por el bien, grandes benefactores, que, gracias a su ímprobo esfuerzo y tesón, consiguen de nosotros una clamorosa sonrisa de agradecimiento por su entrega abnegada en causas de claro impulso para nuestra forma de vida. Investigadores, médicos, escritores, exploradores de tierras ignotas, gobernantes dedicados por entero a su pueblo.....Sí, amigos, estos personajes existieron y existen, los pueden ver hoy en día entre nosotros, acaso son anónimos y, en consecuencia, poco valorados individualmente, pero no duden que algún día, dentro de muchos años, alguien similar a mí les rendirá homenaje escribiendo sobre ellos.
Demos otra oportunidad a nuestra civilización, pues sinceramente pienso que a pesar de los muchos desmanes y tropelías cometidos por nuestra frágil tribu, aún reservamos argumentos y sentimientos suficientes para defender que todavía merecemos la pena.

Juan Antonio Cebrián

Tributo a Juan Antonio Cebrián

domingo, 21 de octubre de 2007

Yo quisiera ser niña

sábado, 20 de octubre de 2007


Yo quisiera ser niña

para acoplar las nubes a distancia

(Claudicadoras altas de la forma),



Para ir a la alegría por lo pequeño

y preguntar,

como quien no lo sabe

el color de las hojas

¿Cómo era?



Para ignorar lo verde,

el verde mar,



La respuesta salobre del ocaso en retirada,

el tímido gotear de los luceros

en el muro vecino,



Ser niña

que cayera de pronto

dentro de un tren con ángeles,

que llegaban así, de vacaciones

a correr un poquito por las uvas,

o por nocturnos

fugados de otras noches

de geometrías más altas.



Pero ya, ¿que he de ser?

Si me han nacido estos ojos tan grandes,

y esos rubios quereres de soslayo.



Cómo voy a ser ya

esa que quiero yo niña de verdes,

niña vencida de contemplaciones,

cayendo de sí misma sonrosada,

... si me dolió muchísimo decir

para alcanzar de nuevo la palabra

que se iba,

escapada saeta de mi carne,



y me ha dolido mucho amar a trechos

impenitente y sola,

y hablar de cosas inacabadas,

tinas cosas de niños,

de candor disimulado,

o de simples abejas,

enyugadas a rosarios tristes.



O estar llena de esos repentes

que me cambian el mundo a gran distancia,



Cómo voy a ser ya,

niña en tumulto,

Forma mudable y pura,

o simplemente, niña a la ligera,

divergente en colores

y apta para el adiós

a toda hora.

Eunice Odio

Caspar David Friedrich

jueves, 18 de octubre de 2007

El tigre

miércoles, 17 de octubre de 2007

Tigre, tigre, que te enciendes en luz
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
pudo idear tu terrible simetría?
¿En qué profundidades distantes, en qué cielos ardió el fuego de tus ojos?
¿Con qué alas osó elevarse?
¿Qué mano osó tomar ese fuego?
¿Y qué hombro, y qué arte
pudo tejer la nervadura de tu corazón?
Y al comenzar los latidos de tu corazón,
¿qué mano terrible? ¿Qué terribles pies?
¿Qué martillo? ¿Qué cadena?
¿En qué horno se templó tu cerebro?
¿En qué yunque? ¿Qué tremendas garras osaron sus mortales terrores dominar?
Cuando las estrellas arrojaron sus lanzasy bañaron los cielos con sus lágrimas
¿sonrió al ver su obra?
¿Quien hizo al cordero fue quien te hizo?
Tigre, tigre, que te enciendes en luz,
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
osó idear tu terrible simetría?

William Blake

Collar de moscas- Bigas Luna, 2002

martes, 16 de octubre de 2007


El valor de una firma

miércoles, 10 de octubre de 2007

Arquitectura

martes, 9 de octubre de 2007


Yo voy a considerar arquitecto a aquel que con método y
procedimiento seguro y perfecto sepa proyectar racionalmente
y realizar en la práctica, mediante el desplazamiento de las cargas
y la acumulación y conjunción de los cuerpos, obras que se
acomoden perfectamente a las más importantes necesidades
humanas. A tal fin, requiere el conocimiento y dominio de
las mejores y mas altas disciplinas. Así deberá ser el arquitecto.
León Battista Alberti

Territorio

lunes, 8 de octubre de 2007


El tiempo tambien es un territorio. A cierta edad el tiempo que te quede por vivir será tu único patrimonio. Mientras seas joven no pasa nada si parte de ese patrimonio lo cedes de buen grado a otra persona, si lo malgastas o, incluso, si permites que cualquier idiota te lo arrebate. La vida te dará todavía algunas oportunidades para recuperarlo. Pero cuando el caudal empiece a agotarse no deberás permitir que nadie interfiera, fiscalice o coarte ese tiempo de tu exclusiva propiedad. Cualquiera puede ser rey de ese territorio invisible, solo que para llegar a dominarlo hay que dar un golpe de estado: si pierdes esa batalla ya no serás nadie. Un día, tal vez a causa de una depresión o porque el dedo de un ángel te haya tocado la frente, tendrás la evidencia del valor del tiempo que te queda antes de disolverte en el espacio. Será lo más parecido a una revelación. De pronto, descubrirás un hecho tan simple como éste: que la vida te pertenece a ti y a nadie más. Debes saber que nadie te va a agradecer el haber cedido la soberanía si no fue por tu gusto y placer. Habrás sido un esposo fiel, un padre ejemplar, una hormiga de oro para la empresa y un ciudadano honorable, pero no serás el tipo que un día decidió ser libre, ya que el tiempo también es la libertad. A partir de una edad no intentes volar en un ala delta ni correr los cien metros lisos a menos que te pongan un féretro en la meta. Hay retos más difíciles que uno debe afrontar cuando ya se divisa un gato negro en la línea del horizonte. Dios creó el tiempo, pero dejó que nosotros hiciéramos las horas. Ese pequeño territorio de cada día será imposible de gobernar si el tiempo no es tuyo y no eres tú quien marca las horas para regalarlas y compartirlas con esa clase de personas que te hacen crecer por dentro. Esa dádiva también será tu salvación.
Estas cosas le decía el Maestro al discípulo mientras paseaban una noche muy oscura por una ciudad abandonada. Al llegar a una plaza el discípulo creyó que había salido la luna llena sobre los tejados, pero sólo era la esfera iluminada del reloj de una torre, donde también había una veleta oxidada en forma de gallo. En ese momento sonaron doce campanadas y el maestro le hizo obervar al discípulo que aquel reloj no tenía agujas ni números. Su esfera parecía la córnea de un ojo que les miraba en la oscuridad. El tiempo también es el silencio, de modo que a una edad lo más sabio a veces es callar, pero nunca obedecer, dijo el Maestro. El gallo oxidado de la veleta cantó anunciando la madrugada.
Manuel Vicent

Engranaje vital

viernes, 5 de octubre de 2007


Oración del Hermano

jueves, 4 de octubre de 2007


Oh Señor, haz de mi un instrumento de tu paz:
Donde hay odio, que yo lleve el amor.
Donde hay ofensa, que yo lleve el perdón.
Donde hay discordia, que yo lleve la unión.
Donde hay duda, que yo lleve la fe.
Donde hay error, que yo lleve la verdad.
Donde hay desesperación, que yo lleve la esperanza.
Donde hay tristeza, que yo lleve la alegría.
Donde están las tinieblas, que yo lleve la luz.

Oh Maestro, haced que yo no busque tanto:
A ser consolado, sino a consolar.
A ser comprendido, sino a comprender.
A ser amado, sino a amar.

Porque:
Es dando, que se recibe;
Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la Vida Eterna.

San Francisco de Asís

Los motivos del lobo

El varón que tiene corazón de lis,
alma de querube, lengua celestial,
el mínimo y dulce Francisco de Asís,
está con un rudo y torvo animal,
bestia temerosa, de sangre y de robo,
las fauces de furia, los ojos de mal:
el lobo de Gubbia, el terrible lobo.
Rabioso ha asolado los alrededores,
cruel ha deshecho todos los rebaños;
devoró corderos, devoró pastores,
y son incontables sus muertes y daños.

Fuertes cazadores armados de hierros
fueron destrozados. Los duros colmillos
dieron cuenta de los más bravos perros,
como de cabritos y de corderillos.

Francisco salió: al lobo buscó en su madriguera.
Cerca de la cueva encontró a la fiera
enorme, que al verle se lanzó feroz
contra él. Francisco con su dulce voz,
alzando la mano,
al lobo furioso dijo: "¡Paz, hermano
lobo!" El animal
contempló al varón de tosco sayal;
dejó su aire arisco,
cerró las abiertas fauces agresivas
y dijo: "¡Está bien, hermano Francisco!"
"¡Como!" exclamó el santo. "¿Es ley que tu vivas
de horror y de muerte?
¿La sangre que vierte
tu hocico diabólico, el duelo y espanto
que esparces, el llanto
de los campesinos, el grito, el dolor
de tanta criatura de Nuestro Señor?
¿No han de contener tu encono infernal?
¿Vienes del infierno?
¿Te han infundido acaso su rencor eterno
Luzbel o Belial?"

Y el gran lobo, humilde: "¡Es duro el invierno,
y es horrible el hambre! En el bosque helado
no hallé qué comer, y busqué el ganado,
y en veces... comí ganado y pastor.
¿La sangre? Yo vi más de un cazador
sobre su caballo, llevando el azor
al puño; o correr tras el jabalí,
el oso o el ciervo; y a más de uno vi
mancharse de sangre, herir, torturar,
de las roncas trompas al sordo clamor
a los animales de Nuestro Señor.
Y no era por hambre, que iban a cazar"

Francisco responde: "En el hombre existe
mala levadura.
Cuando nace viene con pecado. Es triste.
Mas el alma simple de la bestia es pura.
Tú vas a tener
desde hoy qué comer.
Dejarás en paz
rebaños y gente en este país.
¡Que Dios melifique tu ser montaraz!"

"Está bien, hermano Francisco de Asís".
"Ante el Señor, que todo ata y desata,
en fe de promesa tiéndeme la pata"
.El lobo tendió la pata al hermano
de Asís, que a su vez le alargó la mano.

Fueron a la aldea. La guente veía
y lo que miraba casi no creía.
Tras el religioso iba el lobo fiero,
y, bajo la testa, quieto lo seguía
como un can de casa, o como un cordero.

Francisco llamó a la gente a la plaza
y allí predicó.
Y dijo: "He aqui una amable caza.
El hermano lobo se viene conmigo;
me juró no ser ya nuestro enemigo,
y no repetir su ataque sangriento.
Vosotros, en cambio, daréis su alimento
a la pobre bestia de Dios." "¡Así sea!"
contestó la gente toda de la aldea.
Y luego, en señal
de contentamiento,
movió la testa y cola el buen animal,
y entró con Francisco de Asís al convento.

Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo
en el santo asilo.
Sus bastas orejas los salmos oían
y los claros ojos se le humedecían.
Aprendió mil gracias y hacía mil juegos
cuando a la cocina iba con los legos.
Y cuando Francisco su oración hacía,
el lobo las pobres sandalias lamía.
Salía a la calle,
iba por el monte, descendía al valle,
entraba en las casas y le daban algo
de comer. Mirábanle como a un manso galgo.

Un día, Francisco se ausentó. Y el lobo
dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo,
desapareció, torno a la montaña,
y recomenzaron su aullido y su saña.

Otra vez sintióse el temor, la alarma,
entre los vecinos y entre los pastores;
colmaba el espanto los alrededores,
de nada servían el valor y el arma,
pues la bestia fiera
no dio treguas a su furor jamás,
como si tuviera
fuegos de Moloch y de Satanás.

Cuando volvió al pueblo el divino santo,
todos lo buscaron con quejas y llanto,
y con mis querellas dieron testimonio
de lo que sufrían y perdían tanto
por aquel infame lobo del demonio.

Francisco de Asís se puso severo.
Se fue a la montaña
a buscar al falso lobo carnicero.
Y junto a su cueva halló a la alimaña.
"En nombre del Padre del sacro universo,
conjúrote" -dijo "¡oh, lobo perverso!,
a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal?
Contesta. Te escucho".

Como en sorda lucha, habló el animal,
la boca espumosa y el ojo fatal:

"Hermano Francisco, no te acerques mucho...
Yo estaba tranquilo allá en el convento;
al pueblo salía,
y si algo me daban estaba contento
y manso comía.
Mas, empecé a ver que en todas las casas
estaban la envidia, la saña, la ira,
y en todos los rostros ardían las brasas
de odio, de lujuria, de infamia y mentira.
Hermanos a hermanos hacían la guerra,
perdían los débiles, ganaban los malos,
hembra y macho eran como perro y perra,
y un buen día todos me dieron de palos.
Me vieron humilde, lamía las manos
y los pies. Seguía tus sagradas leyes,
todas las criaturas eran mis hermanos,
los hermanos hombres, los hermanos bueyes,
hermanas estrellas y hermanos gusanos.
Y así, me apalearon y me echaron fuera.
Y su risa fue como una agua hirviente,
y entre mis entrañas revivió la fiera,
y me sentí lobo malo de repente;
mas siempre mejor que esa mala gente.
Y recomencé a luchar aquí,
a me defender y a me alimentar.
Como el oso hace, como el jabalí,
que para vivir tienen que matar.
Déjame en el monte, déjame en el risco,
déjame existir en mi libertad,
vete a tu convento, hermano Francisco,
sigue tu camino y tu santidad".

El santo de Asís no le dijo nada.
Le miró con una profunda mirada,
y partió con lágrimas y con desconsuelos,
y habló al Dios eterno con su corazón.
El viento del bosque llevó su oración,
que era: "Padre nuestro, que estás en los cielos..."
Rubén Darío





El ajedrez

lunes, 1 de octubre de 2007

Porque éramos amigos y, a ratos, nos amábamos;
quizá para añadir otro interés
a los muchos que ya nos obligaban
decidimos jugar juegos de inteligencia.

Pusimos un tablero enfrente de nosotros:
Equitativo en piezas, en valores,
En posibilidad de movimientos.

Aprendimos las reglas, les juramos respeto
y empezó la partida.

Henos aquí hace un siglo, sentados, meditando
encarnizadamente
cómo dar el zarpazo que aniquile
de modo inapelable y, para siempre, al otro.

Rosario Castellanos