Vicent Van Gogh

viernes, 30 de marzo de 2007

Orilla de tu vientre

jueves, 29 de marzo de 2007

¿Qué exaltaré en la tierra que no sea algo tuyo?
A mi lecho de ausente me echo como a una cruz
de solitarias lunas del deseo, y exalto
la orilla de tu vientre.

Clavellina del valle que provocan tus piernas.
Granada que ha rasgado de plenitud su boca.
Trémula zarzamora suavemente dentada
donde vivo arrojado.

Arrojado y fugaz como el pez generoso,
ansioso de que el agua, la lenta acción del agua
lo devaste: sepulte su decisión eléctrica
de fértiles relámpagos.

Aún me estremece el choque primero de los dos;
cuando hicimos pedazos la luna a dentelladas,
impulsamos las sábanas a un abril de amapolas,
nos inspiraba el mar.

Soto que atrae, umbría de vello casi en llamas,
dentellada tenaz que siento en lo más hondo,
vertiginoso abismo que me recoge, loco
de la lúcida muerte.

Túnel por el que a ciegas me aferro a tus entrañas.
Recóndito lucero tras una madreselva
hacia donde la espuma se agolpa, arrebatada
del íntimo destino.

En ti tiene el oasis su más ansiado huerto:
el clavel y el jazmín se entrelazan, se ahogan.
De ti son tantos siglos de muerte, de locura
como te han sucedido.

Corazón de la tierra, centro del universo,
todo se atorbellina, con afán de satélite
en torno a ti, pupila del sol que te entreabres
en la flor del manzano.

Ventana que da al mar, a una diáfana muerte
cada vez más profunda, más azul y anchurosa.
Su hálito de infinito propaga los espacios
entre tú y yo y el fuego.

Trágame, leve hoyo donde avanzo y me entierro.
La losa que me cubra sea tu vientre leve,
la madera tu carne, la bóveda tu ombligo,
la eternidad la orilla.

En ti me precipito como en la inmensidad
de un mediodía claro de sangre submarina,
mientras el delirante hoyo se hunde en el mar,
y el clamor se hace hombre.


Miguel Hernández

El buscador

miércoles, 28 de marzo de 2007

Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como un buscador...
Un buscador es alguien que busca, no necesariamente alguien que encuentra.
Tampoco es alguien que, necesariamente, sabe que es lo que está buscando, es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.

Un día, el buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir.
El había aprendido a hacer caso riguroso a estas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejo todo y partió.
Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó, a lo lejos, Kammir.
Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó mucho la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras; la rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada....
Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar.De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar.
El buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles.
Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de este paraíso multicolor.
Sus ojos eran los de un buscador, y quizás por eso descubrió sobre una de las piedras, aquella inscripción...:

ABDUL TAREG, VIVIÓ 8 AÑOS, 6 MESES, 2 SEMANAS Y 3 DÍAS.
Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra, era una lápida.
Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar.
Mirando a su alrededor el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado también tenía una inscripción. Se acercó a leerla, decía:
YAMIR KALIB, VIVIÓ 5 AÑOS, 8 MESES, Y 3 SEMANAS.
El buscador se sintió terriblemente conmocionado.Este hermoso lugar era un cementerio y cada piedra, una tumba.Una por una, empezó a leer las lápidas.Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto.
Pero lo que lo conectó con el espanto, fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los 11 años...Embargado por un dolor terrible se sentó y se puso a llorar.
El cuidador del cementerio, pasaba por ahí y se acercó.Lo miró llorar por un rato en silencio y luego le pregunto; ¿por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar?, ¿cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, qué los ha obligado a construir un cementerio de chicos?
El anciano se sonrió y dijo:Puede usted serenarse. No hay tal maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré...
Cuando un joven cumple quince años sus padres le regalan una libreta, como ésta que tengo aquí, colgando del cuello.Y es la tradición entre nosotros que a partir de allí, cada vez que unodisfruta inmensamente de algo, abre la libreta y anota en ella:
A LA IZQUIERDA, QUÉ FUE LO DISFRUTADO....
A LA DERECHA, CUÁNTO TIEMPO DURÓ EL GOZO.
Conoció a su novia, y se enamoró de ella. ¿cuánto tiempo duró la pasión enorme y el placer de conocerla?, ¿una semana?, ¿dos? tres?; ¿tres semanas y media?Y después...la emoción del primer beso, el placer maravilloso del primer beso, ¿cuanto duró el minuto y medio del beso?; ¿dos días?; ¿una semana?....¿Y el embarazo o el nacimiento del primer hijo...?¿Y el casamiento de los amigos...?; ¿Y el viaje más deseado...?¿Y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano?¿Cuánto tiempo duró el disfrutar de estas situaciones?... ¿horas?,¿días?... Así...vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos... cada momento.

Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba, porque ESE es, para nosotros, EL ÚNICO Y VERDADERO TIEMPO VIVIDO.

Jorge Bucay

¿Quién?


Al ver mis horas de fiebre

e insomnio lentas pasar,

a la orilla de mi lecho,

¿quién se sentará?


Cuando la trémula mano

tienda próximo a expirar

buscando una mano amiga,

¿quién la estrechará?


Cuando la muerte vidrie

de mis ojos el cristal,

mis párpados aún abiertos,

¿quién los cerrará?


Cuando la campana suene

(si suena en mi funeral)

una oración al oírla,

¿quién murmurará?


Cuando mis pálidos restos

oprima la tierra ya,

sobre la olvidada fosa

¿quién vendrá a llorar?


¿Quién en fin al otro día,

cuando el sol vuelva a brillar,

de que pasé por el mundo,

¿quién se acordará?


Gustavo Adolgo Bécquer(1836-1870)

No olvido

martes, 27 de marzo de 2007


No olvido
No olvido tantos momentos
No olvido a tu madre
No os olvido

No sé la razón
Vuestra presencia
Aumenta en mí
A través del tiempo

Te echo de menos
Os echo de menos
Soy lo que soy
En gran parte a vosotras.

Vosotras me formasteis
Y formáis parte de mi
Para siempre

Y mientras el recuerdo
Permanezca vivo
¡¡¡Viviréis !!!


VIDIYA

La fuerza de Vela Zanetti

domingo, 25 de marzo de 2007







No necesitas...

sábado, 24 de marzo de 2007

La habitación de Van Gogh

No necesitas abandonar
tu habitación...
Quédate sentado ante tu
mesa y escucha.
Ni siquiera escuches,
simplemente aguarda.
Ni siquiera aguares.
Permanece inmóvil y solitario.
El mundo se te brindará
libremente para que lo
desenmascares.
No tiene otra opción.
Rodará extasiado a tus pies.

Frank Kafka (1883-1924)

Chema Madoz

Bailan las gitanas

viernes, 23 de marzo de 2007

Bailan las gitanas,
míralas el rey;
la reina, con celos,
mándalas prender.
Por Pascua de Reyes
hicieron al rey
un baile gitano
Belica e Inés.
Turbada Belica,
cayó junto al rey,
y el rey la levanta
de puro cortés;
mas como es Belilla
de tan linda tez,
la reina, celosa,
mándalas prender.
Miguel de Cervantes

Quiero ser en tu vida

jueves, 22 de marzo de 2007

Quiero ser en tu vida, algo más que un instante,
algo más que una sombra y algo más que un afán.
Quiero ser en ti misma una huella imborrable,
un recuerdo constante y una sola verdad.

Palpitar en tus rezos con temor de abandono.
Ser en todo y por todo complemento de ti.
Una sed infinita de caricias y besos,
pero no una costumbre de estar cerca de mí.

Quiero ser en tu vida, una pena de ausencia,
un dolor de distancia y una eterna ansiedad.
Algo más que una imagen, algo más que el ensueño
que venciendo caminos llega, pasa y se va…

Ser el llanto en tus ojos y en tus labios la risa,
ser el fin y el principio, la tiniebla y la luz
y la tierra y el cielo… y la vida y la muerte.
Ser igual que en mi vida has… has venido a ser tú…

Martín Galas Jr.

Dos palabras

martes, 20 de marzo de 2007

Esta noche al oído me has dicho
dos palabras comunes.
Dos palabras cansadas de ser dichas.
Palabras que de viejas son nuevas.


Dos palabras tan dulces
que la luna que andaba
filtrando entre las ramas
se detuvo en mi boca.


Tan dulces dos palabras
que una hormiga pasea
por mi cuello y no intento
moverme para echarla.


Tan dulces dos palabras
que digo sin quererlo
-¡oh, qué bella, la vida!-
Tan dulces y tan mansas
que aceites olorosos
sobre el cuerpo derraman.


Tan dulces y tan bellas
que nerviosos, mis dedos,
Se mueven hacia el cielo
imitando tijeras.


Oh, mis dedos quisieran cortar estrellas.
Lo sabes , verdad? Si
La dos palabras
TE QUIERO


Alfonsina Storni

Una leyenda

Cuenta una leyenda que la muerte no es el final de la vida, pues el hombre, al morir, abandona el cuerpo en la Tierra pero el alma continúa su existencia. La leyenda dice que se desprende el alma y vuela a ocultarse en una flor a la espera de un mágico ser. Entonces, es cuando aparece el Colibrí y recoge las almas desde las flores, para guiarlas amorosamente al Paraíso. Esta es la razón de que vuele de flor en flor. Antiguamente se creía que el colibrí provenía de un país de hadas y quien tenga hoy el placer de contemplarlo, no estará lejos de opinar lo mismo. El Colibrí habita en toda América pero especialmente en zonas tropicales. Hay distintas especies: el sunsún de Cuba no alcanza los 5 centímetros de longitud y es el pájaro más pequeño que se conoce. El nido es diminuto como su dueño: ¡tiene el tamaño de una nuez! Cuando vuela, sus alas vibran a una velocidad increíble y es imposible distinguirlas. Mientras absorbe el néctar parece como si su cuerpo se encontrara suspendido en el aire. Si lo ves, ponte contenta, porque se cuenta que cuando un picaflor o colibrí se acerca a una casa, es señal de que habrá gratas visitas y que una alma será amorosamente guiada al Paraiso.

El viaje definitivo


Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando;

y se quedará mi huerto con su verde árbol,

y con su pozo blanco.


Todas las tardes el cielo será azul y plácido;

y tocarán, como esta tarde están tocando,

las campanas del campanario.


Se morirán aquellos que me amaron;

y el pueblo se hará nuevo cada año;

y en el rincón de aquel mi huerto florido y encalado,

mi espíritu errará, nostálgico.


Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar,

sin árbol verde, sin pozo blanco, sin cielo azul y plácido...

Y se quedarán los pájaros cantando.
Juan Ramón Jiménez

Aprenderás...

lunes, 19 de marzo de 2007


Después de algún tiempo aprenderás la diferencia entre dar la mano y socorrer a un alma... Y aprenderás que amar no significa apoyarse, y que compañía no siempre significa seguridad...
Comenzaras a aprender que los besos no son contratos, ni regalos, ni promesas... Comenzarás a aceptar tus derrotas con la cabeza erguida y la mirada al frente, con la gracia de un niño y no con la tristeza de un adulto... Y aprenderás a construir hoy todos tus caminos, porque el terreno de mañana es incierto para los proyectos y el futuro tiene la costumbre de caer en el vacío.
Después de un tiempo aprenderás que el sol quema sí te expones demasiado... Aceptarás que incluso las personas buenas podrían herirte alguna vez y necesitarás perdonarlas...
Aprenderás que hablar puede aliviar los dolores del alma...
Descubrirás que lleva años construir confianza y apenas unos segundos destruirla, y que tu también podrás hacer cosas de las que te arrepentirás el resto de la vida...
Aprenderás que las verdaderas amistades continúan creciendo a pesar de las distancias... Y que no importa que es lo que tienes, sino a quien tienes en la vida... Y que los buenos amigos son la familia que nos permitimos elegir...
Aprenderás que no tenemos que cambiar de amigos, sí estamos dispuestos a aceptar que los amigos cambian... Te darás cuenta que puedes pasar buenos momentos con tu mejor amigo haciendo cualquier cosa o nada, solo por el placer de disfrutar su compañía...
Descubrirás que muchas veces tomas a la ligera a las personas que más te importan y por eso siempre debemos decir a esas personas que las amamos, porque nunca estaremos seguros de cuando será la ultima vez que las veamos...
Aprenderás que las circunstancias y el ambiente que nos rodea tienen influencia sobre nosotros, pero nosotros somos los únicos responsables de lo que hacemos... Comenzarás a aprender que no nos debemos comparar con los demás, salvo cuando queramos imitarlos para mejorar...
Descubrirás que se lleva mucho tiempo para llegar a ser la persona que quieres ser, y que el tiempo es corto.
Aprenderás que no importa a donde llegaste, sino a donde te diriges y si no lo sabes cualquier lugar sirve...
Aprenderás que si no controlas tus actos, ellos te controlaran y que ser flexible no significa ser débil o no tener personalidad, porque no importa cuan delicada y frágil sea una situación: siempre existen dos lados.
Aprenderás que héroes son las personas que hicieron lo que era necesario, enfrentando las consecuencias...
Aprenderás que la paciencia requiere mucha práctica.
Descubrirás que algunas veces, la persona que esperas que te patee cuando te caes, tal vez sea una de las pocas que te ayuden a levantarte. Madurar tiene más que ver con lo que has aprendido de las experiencias, que con los años vividos.
Aprenderás que hay mucho más de tus padres en ti de lo que supones.
Aprenderás que nunca se debe decir a un niño que sus sueños son tonterías, porque pocas cosas son tan humillantes y sería una tragedia si lo creyese porque le estarás quitando la esperanza...
Aprenderás que cuando sientes rabia, tienes derecho a tenerla, pero eso no te da el derecho de ser cruel...
Descubrirás que solo porque alguien no te ama de la forma que quieres, no significa que no te ame con todo lo que puede, porque hay personas que nos aman, pero que no saben como demostrarlo... No siempre es suficiente ser perdonado por alguien, algunas veces tendrás que aprender a perdonarte a ti mismo...
Aprenderás que con la misma severidad conque juzgas, también serás juzgado y en algún momento condenado...
Aprenderás que no importa en cuantos pedazos tu corazón se partió, el mundo no se detiene para que lo arregles...
Aprenderás que el tiempo no es algo que pueda volver hacia atrás, por lo tanto, debes cultivar tu propio jardín y decorar tu alma, en vez de esperar que alguien te traiga flores.
Entonces y solo entonces sabrás realmente lo que puedes soportar; que eres fuerte y que podrás ir mucho mas lejos de lo que pensabas cuando creías que no se podía más.
¡Es que realmente la vida vale cuando tienes el valor de enfrentarla!
WILLIAM SHAKESPEARE

Decir adiós

Decir adiós... La vida es eso.
Y yo te digo adiós, y sigo...
Volver a amar es el castigo
de los que amaron con exceso.

Amar y amar toda la vida,
y arder en esa llama.
Y no saber por qué se ama...
Y no saber por qué se olvida...

Coger las rosas una a una,
beber un vino y otro vino,
y andar y andar por un camino
que no conduce a parte alguna.

Buscar la luz que se eterniza,
la clara lumbre duradera,
y al fin saber que en una hoguera
lo que más dura es la ceniza.

Sentir más sed en cada fuente
y ver más sombra en cada abismo,
en este amor que es siempre el mismo,
pero que siempre es diferente.

Porque en sordo desacuerdo
de lo soñado y lo vivido,
siempre, del fondo del olvido,
nace la muerte de un recuerdo.

Y en esta angustia que no cesa,
que toca el alma y no la toca,
besar la sombra de otra boca
en cada boca que se besa...
José Ángel Buesa

Como todos los grandes espíritus

sábado, 17 de marzo de 2007

" Como todos los grandes espíritus, ha conocido y ha sentido perfectamente el problema, la desesperanza de la vida humana: la grandiosidad del momento y su miserable marchitarse, la imposibilidad de corresponder a una elevada sublimidad del sentimiento de otro modo que con la cárcel de lo cotidiano, la aspiración ardiente hacia el reino del espíritu (...), todo este terrible flotar en el vacío y en la incertidumbre, este estar condenado a lo efímero, a lo incompleto, a lo eternamente en ensayo, en suma, toda la falta de horizontes y de comprensión y la desesperación agobiante de la naturaleza humana. "
Herman Hesse

Viene y se va

viernes, 16 de marzo de 2007


Viene y se va, caliente de oleaje,

arrastrando su gracia por mi arena.

Viene y se va, dejándome la pena

que, por no venir solo, aquí me traje.



Viene y se va. Para tan breve viaje

talé el jazmín, segué la yerbabuena.

Ya no sé si me salva o me condena:

sé que se va y se lleva mi paisaje.



Sé que se va y me quedo frente al muro

de la lamentación y del olvido,

oscuro el sol y el corazón oscuro.



Viene y se va. Yo nunca la despido.

Al oído del alma le murmuro:

-"Gracias, bien mío, por haber venido".

ANTONIO GALA

En algún lugar del alma



En algún lugar del alma se extienden


los desiertos de la pérdida, del dolor fermentado;


oscuros páramos agazapados


tras los parajes de los días.


Sealtiel Alatriste (1949-?) Editor y escritor mexicano.

jueves, 15 de marzo de 2007


Me engaño para poder vivir

y sobrevivo en el engaño.

VIDIYA



UNA pasión fría endurece mis lágrimas.

Pesan las piedras en mis ojos: alguien

me destruye o me ama.

Antonio Gamoneda

El amor

miércoles, 14 de marzo de 2007


Cuando el Amor os llame, seguidle,

aunque sus caminos sean agrestes y escarpados.

Y cuando sus alas os envuelvan, dejadle,

aunque la espada oculta en su plumaje pueda heriros.

Y cuando os hable, creedle,

aunque su voz pueda desbaratar vuestros sueños

como el viento asola vuestros jardines.

Porque así como el amor os corona, así os crucifica.

Así como os agranda, también os poda.

Así como sube hasta vuestras copas

y acaricia vuestras más frágiles ramas que tiemblan al sol,

también penetrará hasta vuestras raíces

y las sacudirá de su arraigo a la tierra.

Como gavillas de trigo, os aprieta contra su corazón.

Os apalea para desnudaros.

Os trilla para liberaros de vuestra paja.

Os muele hasta dejaros blancos.

Os amasa hasta dejaros livianos;

Y luego, os mete en su fuego sagrado,

y os transforma en pan místico para el banquete divino.

Todas estas cosas hará el Amor por vosotros

para que podáis conocer los secretos de vuestro corazón,

y con este conocimiento os convirtáis en el pan místico del banquete divino.

Pero si en vuestro temor sólo buscáis la paz del Amor y el placer del Amor,

entonces más vale que cubráis vuestra desnudez y salgáis de la era del Amor,

para que entréis en el mundo carente de estaciones, donde reiréis,

pero no todas vuestras risas, y lloraréis, pero no todas vuestras lágrimas.

El Amor sólo da de sí y nada recibe sino de sí mismo.

El Amor no posee, y no deja poseer:

Porque el Amor se basta así mismo.

Cuando améis no debéis decir "Dios está en mi corazón",

sino "estoy en el corazón de Dios".

Y no penséis que podréis dirigir el curso del Amor,

porque el Amor si os halla dignos, dirigirá él vuestro curso.

El Amor no tiene más deseo que el de alcanzar su plenitud.

Pero si amáis y habéis de tener deseos, que sean así:

De diluiros en el Amor y ser como un arroyo que canta su melodía a la noche.

De volver a casa al crepúsculo con gratitud,

y luego dormirse con una plegaria en el corazón por el bienamado,

y con un canto de alabanza en los labios.

K.Gibran (extracto de "El profeta").

A imagen y semejanza

miércoles, 7 de marzo de 2007














Era la última hormiga de la caravana, y no pudo seguir la ruta de sus compañeras. Un terrón de azúcar había resbalado desde lo alto, quebrándose en varios terroncitos. Uno de éstos le interceptaba el paso. Por un instante la hormiga quedó inmóvil sobre el papel color crema. Luego, sus patitas delanteras tantearon el terrón. Retrocedió, después se detuvo. Tomando sus patas traseras como casi punto fijo de apoyo, dio una vuelta alrededor de sí misma en el sentido de las agujas de un reloj. Sólo entonces se acercó de nuevo. Las patas delanteras se estiraron, en un primer intento de alzar el azúcar, pero fracasaron. Sin embargo, el rápido movimiento hizo que el terrón quedara mejor situado para la operación de carga. Esta vez la hormiga acometió lateralmente su objetivo, alzó el terrón y lo sostuvo sobre su cabeza. Por un instante pareció vacilar, luego reinició el viaje, con un andar bastante más lento que el que traía. Sus compañeras ya estaban lejos, fuera del papel, cerca del zócalo. La hormiga se detuvo, exactamente en el punto en que la superficie por la que marchaba, cambiaba de color. Las seis patas hollaron una N mayúscula y oscura. Después de una momentánea detención, terminó por atravesarla. Ahora la superficie era otra vez clara. De pronto el terrón resbaló sobre el papel, partiéndose en dos. La hormiga hizo entonces un recorrido que incluyó una detenida inspección de ambas porciones, y eligió la mayor. Cargó con ella, y avanzó. En la ruta, hasta ese instante libre, apareció una colilla aplastada. La bordeó lentamente, y cuando reapareció al otro lado del pucho, la superficie se había vuelto nuevamente oscura porque en ese instante el tránsito de la hormiga tenía lugar sobre una A. Hubo una leve corriente de aire, como si alguien hubiera soplado. Hormiga y carga rodaron. Ahora el terrón se desarmó por completo. La hormiga cayó sobre sus patas y emprendió una enloquecida carrerita en círculo. Luego pareció tranquilizarse. Fue hacia uno de los granos de azúcar que antes había formado parte del medio terrón, pero no lo cargó. Cuando reinició su marcha no había perdido la ruta. Pasó rápidamente sobre una D oscura, y al reingresar en la zona clara, otro obstáculo la detuvo. Era un trocito de algo, un palito acaso tres veces más grande que ella misma. Retrocedió, avanzó, tanteó el palito, se quedó inmóvil durante unos segundos. Luego empezó la tarea de carga. Dos veces se resbaló el palito, pero al final quedó bien afirmado, como una suerte de mástil inclinado. Al pasar sobre el área de la segunda A oscura, el andar de la hormiga era casi triunfal. Sin embargo, no había avanzado dos centímetros por la superficie clara del papel, cuando algo o alguien movió aquella hoja y la hormiga rodó, más o menos replegada sobre sí misma. Sólo pudo reincorporarse cuando llegó a la madera del piso. A cinco centímetros estaba el palito. La hormiga avanzó hasta él, esta vez con parsimonia, como midiendo cada séxtuple paso. Así y todo, llegó hasta su objetivo, pero cuando estiraba las patas delanteras, de nuevo corrió el aire y el palito rodó hasta detenerse diez centímetros más allá, semicaído en una de las rendijas que separaban los tablones del piso. Uno de los extremos, sin embargo, emergía hacia arriba. Para la hormiga, semejante posición representó en cierto modo una facilidad, ya que pudo hacer un rodeo a fin de intentar la operación desde un ángulo más favorable. Al cabo de medio minuto, la faena estaba cumplida. La carga, otra vez alzada, estaba ahora en una posición más cercana a la estricta horizontalidad. La hormiga reinició la marcha, sin desviarse jamás de su ruta hacia el zócalo. Las otras hormigas, con sus respectivos víveres, habían desaparecido por algún invisible agujero. Sobre la madera, la hormiga avanzaba más lentamente que sobre el papel. Un nudo, bastante rugoso de la tabla, significó una demora de más de un minuto. El palito estuvo a punto de caer, pero un particular vaivén del cuerpo de la hormiga aseguró su estabilidad. Dos centímetros más y un golpe resonó. Un golpe aparentemente dado sobre el piso. Al igual que las otras, esa tabla vibró y la hormiga dio un saltito involuntario, en el curso del cual, perdió su carga. El palito quedó atravesado en el tablón contiguo. El trabajo siguiente fue cruzar la hendidura, que en ese punto era bastante profunda. La hormiga se acercó al borde, hizo un leve avance erizado de alertas, pero aún así se precipitó en aquel abismo de centímetro y medio. Le llevó varios segundos rehacerse, escalar el lado opuesto de la hendidura y reaparecer en la superficie del siguiente tablón. Ahí estaba el palito. La hormiga estuvo un rato junto a él, sin otro movimiento que un intermitente temblor en las patas delanteras. Después llevó a cabo su quinta operación de carga. El palito quedó horizontal, aunque algo oblicuo con respecto al cuerpo de la hormiga. Esta hizo un movimiento brusco y entonces la carga quedó mejor acomodada. A medio metro estaba el zócalo. La hormiga avanzó en la antigua dirección, que en ese espacio casualmente se correspondía con la veta. Ahora el paso era rápido, y el palito no parecía correr el menor riesgo de derrumbe. A dos centímetros de su meta, la hormiga se detuvo, de nuevo alertada. Entonces, de lo alto apareció un pulgar, un ancho dedo humano y concienzudamente aplastó carga y hormiga.

Mario Benedetti

Isabel Guerra: en busca de la luz interior

lunes, 5 de marzo de 2007







Un día de estos

El lunes amaneció tibio y sin lluvia. Don Aurelio Escovar, dentista sin título y buen madrugador, abrió su gabinete a las seis. Sacó de la vidriera una dentadura postiza montada aún en el molde de yeso y puso sobre la mesa un puñado de instrumentos que ordenó de mayor a menor, como en una exposición. Llevaba una camisa a rayas, sin cuello, cerrada arriba con un botón dorado, y los pantalones sostenidos con cargadores elásticos. Era rígido, enjuto, con una mirada que raras veces correspondía a la situación, como la mirada de los sordos.
Cuando tuvo las cosas dispuestas sobre la mesa rodó la fresa hacia el sillón de resortes y se sentó a pulir la dentadura postiza. Parecía no pensar en lo que hacía, pero trabajaba con obstinación, pedaleando en la fresa incluso cuando no se servía de ella.
Después de las ocho hizo una pausa para mirar el cielo por la ventana y vio dos gallinazos pensativos que se secaban al sol en el caballete de la casa vecina. Siguió trabajando con la idea de que antes del almuerzo volvería a llover. La voz destemplada de su hijo de once años lo sacó de su abstracción.
- Papá.
- Qué
- Dice el alcalde que si le sacas una muela.
- Dile que no estoy aquí.
Estaba puliendo un diente de oro. Lo retiró a la distancia del brazo y lo examinó con los ojos a medio cerrar. En la salita de espera volvió a gritar su hijo.
- Dice que sí estás porque te está oyendo.
El dentista siguió examinando el diente. Sólo cuando lo puso en la mesa con los trabajos terminados, dijo:
- Mejor.
Volvió a operar la fresa. De una cajita de cartón donde guardaba las cosas por hacer, sacó un puente de varias piezas y empezó a pulir el oro.
- Papá.
- Qué.
Aún no había cambiado de expresión.
- Dice que si no le sacas la mela te pega un tiro.
Sin apresurarse, con un movimiento extremadamente tranquilo, dejó de pedalear en la fresa, la retiró del sillón y abrió por completo la gaveta inferior de la mesa. Allí estaba el revólver.
- Bueno -dijo-. Dile que venga a pegármelo.
Hizo girar el sillón hasta quedar de frente a la puerta, la mano apoyada en el borde de la gaveta. El alcalde apareció en el umbral. Se había afeitado la mejilla izquierda, pero en la otra, hinchada y dolorida, tenía una barba de cinco días. El dentista vio en sus ojos marchitos muchas noches de desesperación. Cerró la gaveta con la punta de los dedos y dijo suavemente:
- Siéntese.
- Buenos días -dijo el alcalde.
- Buenos -dijo el dentista.
Mientras hervían los instrumentos, el alcalde apoyó el cráneo en el cabezal de la silla y se sintió mejor. Respiraba un olor glacial. Era un gabinete pobre: una vieja silla de madera, la fresa de pedal, y una vidriera con pomos de loza. Frente a la silla, una ventana con un cancel de tela hasta la altura de un hombre. Cuando sintió que el dentista se acercaba, el alcalde afirmó los talones y abrió la boca.
Don Aurelio Escovar le movió la cabeza hacia la luz. Después de observar la muela dañada, ajustó la mandíbula con una presión cautelosa de los dedos.
- Tiene que ser sin anestesia -dijo.
- ¿Por qué?
- Porque tiene un absceso.
El alcalde lo miró en los ojos.
- Esta bien -dijo, y trató de sonreír. El dentista no le correspondió. Llevó a la mesa de trabajo la cacerola con los instrumentos hervidos y los sacó del agua con unas pinzas frías, todavía sin apresurarse. Después rodó la escupidera con la punta del zapato y fue a lavarse las manos en el aguamanil. Hizo todo sin mirar al alcalde. Pero el alcalde no lo perdió de vista.
Era una cordal inferior. El dentista abrió las piernas y apretó la muela con el gatillo caliente. El alcalde se aferró a las barras de la silla, descargó toda su fuerza en los pies y sintió un vacío helado en los riñones, pero no soltó un suspiro. El dentista sólo movió la muñeca. Sin rencor, mas bien con una marga ternura, dijo:
- Aquí nos paga veinte muertos, teniente.
El alcalde sintió un crujido de huesos en la mandíbula y sus ojos se llenaron de lágrimas. Pero no suspiró hasta que no sintió salir la muela. Entonces la vio a través de las lágrimas. Le pareció tan extraña a su dolor, que no pudo entender la tortura de sus cinco noches anteriores. Inclinado sobre la escupidera, sudoroso, jadeante, se desabotonó la guerrera y buscó a tientas el pañuelo en el bolsillo del pantalón. El dentista le dio un trapo limpio.
- Séquese las lágrimas -dijo.
El alcalde lo hizo. Estaba temblando. Mientras el dentista se lavaba las manos, vio el cielorraso desfondado y una telaraña polvorienta con huevos de araña e insectos muertos. El dentista regresó secándose. "Acuéstese --dijo-- y haga buches de agua de sal." El alcalde se puso de pie, se despidió con un displicente saludo militar, y se dirigió a la puerta estirando las piernas, sin abotonarse la guerrera.
- Me pasa la cuenta -dijo.
- ¿A usted o al municipio?
El alcalde no lo miró. Cerró la puerta, y dijo, a través de la red metálica:
- Es la misma vaina.

Gabriel García Márquez

En lo penoso de estar enamorado

domingo, 4 de marzo de 2007

Pintura de Isabel Guerra


¡Qué verdadero dolor,

y qué apurado sufrir!

¡Qué mentiroso vivir!

¡Qué puro morir de amor!

¡Qué cuidados a millares!

¡Qué encuentros de pareceres!
¡Qué limitados placeres

y qué colmados pesares!

¡Qué amor y qué desamor!

¡Qué ofensas!, ¡qué resistir!

¡Qué mentiroso vivir!

¡Qué puro morir de amor!

¡Qué admitidos devaneos!

¡Qué amados desabrimientos!

¡Qué atrevidos pensamientos,

y qué cobardes deseos!

¡Qué adorado disfavor!

¡Qué enmudecido sufrir!

¡Qué mentiroso vivir!

¡Qué puro morir de amor!

¡Qué negociados engaños

y qué forzosos tormentos!

¡Qué aborrecidos alientos

y qué apetecidos daños!

¡Y qué esfuerzo y qué temor!

¡Qué no ver! ¡Qué prevenir!

¡Qué mentiroso vivir!

¡Qué enredos, ansias, asaltos!

¡Y qué conformes contrarios!

¡Qué cuerdos! ¡Qué temerarios!

¡Qué vida de sobresaltos!

Y que no hay muerte mayor,

Que el tenerla y no morir:

¡qué mentiroso vivir!

¡qué puro morir de amor!

Francisco de quevedo

Olvido

viernes, 2 de marzo de 2007

CIERRA los ojos y a oscuras piérdete

bajo el follaje rojo de tus párpados.

Húndete en esas espirales

del sonido que zumba y cae

y suena allá, remoto,

hacia el sitio del tímpano,

como una catarata ensordecida.

Hunde tu ser a oscuras,

anégate en tu piel,

y más, en tus entrañas;

que te deslumbre y ciegue

el hueso, lívida centella,

y entre simas y golfos de tiniebla

abra su azul penacho el fuego fatuo.

En esa sombra líquida del sueño

moja tu desnudez;

abandona tu forma, espuma

que no se sabe quién dejó en la orilla;

piérdete en tí, infinita,

en tu infinito ser,

mar que se pierde en otro mar:

olvídate y olvídame.

Octavio Paz

de "EL GIRASOL" (1943-1948) 

Antonio López García, gran pintor y escultor

jueves, 1 de marzo de 2007