Los frutos de la tierra
lechosa luz, cabellos, marfil endurecido,
la primorosa red de la espiga madura
y todo el reino de oro que se va desgranando".
Quiero comer cebollas, tráeme del mercado
una, un globo colmado de nieve cristalina,
que transformó la tierra en cera y equilibrio
como una bailarina detenida en su vuelo.
Dame unas codornices de cacería, oliendo
a musgo de las selvas, un pescado vestido
como un rey, destilando profundidad mojada
sobre la fuente
habiendo pálidos ojos de oro
bajo el mal triplicado pezón de los limones.
Vámonos, y bajo el castaño la fogata
dejará su tesoro blanco sobre las brasas,
y un cordero con toda su ofrenda irá dorando
su linaje hasta ser ámbar para tu boca.
Dadme todas las cosas de la tierra, torcazas
recién caídas, ebrias de racimos salvajes,
dulces angulas que al morir, fluviales,
alargaron sus perlas diminutas,
Y una bandeja de ácidos erizos
darán su anaranjado submarino
al fresco firmamento de lechugas.
Y antes de que la liebre marinada
llene de aromas el aire del almuerzo
como silvestre fuga de sabores,
a las ostras del Sur, recién abiertas,
en sus estuches de esplendor salado,
va mi beso empapado en las sustancias
de la tierra que amo y que recorro
con todos los caminos de mi sangre.
Pablo Neruda
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