Nunca más

jueves, 17 de enero de 2008


    Nunca más laboren las sombras su pócima de muerte,
    nunca las manos viertan en el brocal del hades
    oscuridad y frío.
    Ni las palas se muevan, ni la pólvora estalle
    para rasgar la espalda del ángel de la tierra.
    Nunca más los martillos, los biceps, la metralla,
    nunca más el comercio, la inteligencia, el fuego,
    edifiquen la copa de licores funestos
    ni la alce el destino sobre el llano inocente.

    Nunca más, Guadiamar, ciegue el plomo tu espejo
    con un lodo alevoso cargado de metales.
    Naciste para el roce del ala, para copiar la nube
    y el mecer de los frutos, para los ojos calmos
    que aguardan la cosecha. Naciste por las aguas
    que la luna argentéa y entibiecen los soles,
    para entregar tu pecho húmedo a la marisma.

    Nunca más la ironía de ofrecer al destino
    consumar su tristeza. Que no pasen los vientos
    sin que los hombres celen el sueño de Doñana,
    que el plomo no circule debajo de los árboles
    asesinando el agua, que el zinc y las escorias
    no taladren el jugo de lo aún no nacido.

    Nunca más el metal de la muerte se precipite oscuro
    sobre un manto de vida, ni los toros erráticos
    crucen la noche insomnes sobre la negra yerba,
    ni las criaturas breves salgan del paraíso.
    Solo el tiempo los cambie, sólo el vivir los cure
    hasta que el mar se ofrezca cantando a recogerlos.

    Encuentro de Escritores del Entorno de Doñana. Junio de 1998

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