Dios te hizo hombre para mí. Te admiro desde lo más profundo de mi subconsciente con una admiración extraña y desbordada que tiene un dobladillo de ternura. Tus problemas, tus cosas me intrigan, me interesan y te observo mientras discurres y discutes hablando del mundo y dándole una nueva geografía de palabras. Mi mente esta covada para recibirte, para pensar tus ideas y darte a pensar las mías; te siento, mi compañero hermoso, juntos somos completos y nos miramos con orgullo conociendo nuestras diferencias sabiéndonos mujer y hombre y apreciando la disimilitud de nuestros cuerpos.
GIOCONDA BELLI
viernes, 9 de febrero de 2007
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