Pájaro solitario, llegaste aquí
en esta tarde sumergida
de raíz de cúrcuma y chapa de cobre,
cercadas tus plumas,
ocultos tus ojos,
un hilo impalpable de sangre
y tu mirada quebrada.
Ahora me pregunto,
qué fue de aquella luz quebrada,
del azafrán y del alambre,
y del fulgor de tus escamas,
reptil de poderosa mirada.
Ahora me pregunto,
en los círculos sombríos de la tarde,
por lo que ya no es,
por el declinar de lo que ha sido.
Ya no soy nada,
ya nada queda,
la luz atroz del invierno
me estremece.
Manuel Vilariño
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