I
Que no murió. Le mataron.
Contra la cal de una tapia luminosa
Y lo dejaron clavado.
-¡Por vuestras madres!- decía.
Y los fusiles sonaron.
En el vacío de España
Aún retumban los disparos.
-¡Por vuestras madres!- decía.
Y lo dejaron clavado diez pólvoras
asombradas./
Y una bruta voz de mando.
¡Decidme cómo, decidme,
puede ocurrir tal espanto!
¡Ay, hombres sin nombre y madre!
¡Ay, sal seca y hueso amargo!
Diez bocas estupefactas
Y un hombre que estaba al mando.
Nada más, ni nada menos.
Sólo un vacío sin llanto.
Y esta rabia que me grita
Que no murió
Le mataron.
II
¡Ay Federico García,
quién lo podía decir!
¡Ay Federico García,
muera la Guardia Civil!
Lo que en otros no envidiaban
Ya lo envidiaban en ti.
Un sepulcro como tu nombre
Y una ciudad de raíz.
La sangre que se agolpa
Quiere ahora hablar de ti.
Toda la pena de España,
todo este pus de raíz,
Y más allá de mi mismo,
El pueblo que grita en ti:
¡Ay Fererico García,
muera la Guardia Civil!
Gabriel Celaya
(Agosto 1949)
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