miércoles, 28 de febrero de 2007
lunes, 26 de febrero de 2007
Soy como un ciego. Voy sin rumbo y ando a tientas.
Voy bajo tempestades y tormentas
ciego de ensueño y loco de armonía.
Ese es mi mal. Soñar. La poesía
es la camisa férrea de mil puntas cruentas
que llevo sobre el alma. Las espinas sangrientas
dejan caer las gotas de mi melancolía.
Y así voy, ciego y loco, por este mundo amargo;
a veces me parece que el camino es muy largo,
y a veces que es muy corto...
Y en este titubeo de aliento y agonía,
cargo lleno de penas lo que apenas soporto.
¿No oyes caer las gotas de mi melancolía?
domingo, 25 de febrero de 2007
Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se situó un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
sábado, 24 de febrero de 2007
Uno de los personajes más fascinantes de Macondo. Remedios es una mujer bellísima y extraña, elemental y pura, que vive como ajena a la vida ordinaria. Su belleza enciende el deseo de los hombres, pero aquellos que intentan consumarlo mueren de forma inesperada. Veamos el poético final de la historia de tan insólita mujer.
La suposición de que Remedios, la bella, poseía poderes de muerte, estaba entonces sustentada por cuatro hechos irrebatibles. Aunque algunos hombres ligeros de palabra se complacían en decir que bien valía sacrificar la vida por una noche de amor con tan conturbadora mujer, la verdad fue que ninguno hizo esfuerzos por conseguirlo. Tal vez, no sólo para rendirla sino también para conjurar sus peligros, habría bastado con un sentimiento tan primitivo, y simple como el amor, pero eso fue lo único que no se le ocurrió a nadie. Úrsula no volvió a ocuparse de ella. En otra época, cuando todavía no renunciaba al propósito de salvarla para el mundo, procuró que se interesara por los asuntos elementales de la casa. "Los hombres piden más de lo que tú crees", le decía enigmáticamente. "Hay mucho que cocinar, mucho que barrer, mucho que sufrir por pequeñeces, además de lo que crees." En el fondo se engañaba a sí misma tratando de adiestrarla para la felicidad doméstica, porque estaba convencida de que, una vez satisfecha la pasión, no había un hombre sobre la tierra capaz de soportar así fuera por un día una negligencia que estaba más allá de toda comprensión. El nacimiento del último José Arcadio, y su inquebrantable voluntad de educarlo para Papa, terminaron por hacerla desistir de sus preocupaciones por la bisnieta. La abandonó a su suerte, confiando que tarde o temprano ocurriera un milagro, y que en este mundo donde había de todo hubiera también un hombre con suficiente cachaza para cargar con ella. Ya desde mucho antes, Amaranta había renunciado a toda tentativa de convertirla en una mujer útil. Desde las tardes olvidadas del costurero, cuando la sobrina apenas se interesaba por darle vuelta a la manivela de la máquina de coser, llegó a la conclusión simple de que era boba. "Vamos a tener que rifarte", le decía, perpleja ante su impermeabilidad a la palabra de los hombres. Más tarde, cuando Úrsula se empeñó en que Remedios, la bella, asistiera a misa con la cara cubierta con una mantilla, Amaranta pensó que aquel recurso misterioso resultaría tan provocador, que muy pronto habría un hombre lo bastante intrigado como para buscar con paciencia el punto débil de su corazón. Pero cuando vio la forma insensata en que despreció a un pretendiente que por muchos motivos era más apetecible que un príncipe, renunció a toda esperanza. Fernanda no hizo siquiera la tentativa de comprenderla. Cuando vio a Remedios, la bella, vestida de reina en el carnaval sangriento, pensó que era una criatura extraordinaria. Pero cuando la vio comiendo con las manos, incapaz de dar una respuesta que no fuera un prodigio de simplicidad, lo único que lamentó fue que los bobos de familia tuvieran una vida tan larga. A pesar de que el coronel Aureliano Buendía seguía creyendo y repitiendo que Remedios, la bella, era en realidad el ser más lúcido que había conocido jamás, y que lo demostraba a cada momento con su asombrosa habilidad para burlarse de todos, la abandonaron a la buena de Dios. Remedios, la bella, se quedó vagando por el desierto de la soledad, sin cruces a cuestas, madurándose en sus sueños sin pesadillas, en sus baños interminables, en sus comidas sin horarios, en sus hondos y prolongados silencios sin recuerdos, hasta una tarde de marzo en que Fernanda quiso doblar en el jardín sus sábanas de bramante, y pidió ayuda a las mujeres de la casa. Apenas había empezado, cuando Amaranta advirtió que Remedios, la bella, estaba transparentada por una palidez intensa. -¿Te sientes mal? -le preguntó. Remedios, la bella, que tenía agarrada la sábana por el otro extremo, hizo una sonrisa de lástima. -Al contrario -dijo-, nunca me he sentido mejor. Acabó de decirlo, cuando Fernanda sintió que un delicado viento de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó en toda su amplitud. Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerones y trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios, la bella, empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la bella, que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del aire donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria.
retazos de un pasado
que ya ha pasado.
Vivo mi presente
teniendo presente
el valor del presente.
Miro hacia el futuro
ignorando qué futuro
me encontraré en un futuro.
VIDIYA
viernes, 23 de febrero de 2007
jueves, 22 de febrero de 2007
Este cuadro tiene como motivo el bombardeo que durante la Guerra Civil Española sufrio la ciudad vasca de Guernica (Gernika) por parte de la Legión Cóndor de la Luftwaffe alemana. El ataque ocurrio el 27 de abril de 1937, empezando a las cinco menos veinte de la tarde y prolongandose durante 3 horas y media.
No el sol, sino la súbita bombilla pálida ilumina / la artificial materia de la muerte. // El espacio infinito de una sola agonía, / las repentinas formas rotas / en mil pedazos de vida violenta /sobre la superficie lívida del gris. // No el sol, sino la pálida / bombilla eléctrica del frío / horror que hizo nacer / el gris coagulado de Guernica. // Nadie puede tender sobre tal sueño /el manto de la noche, / callar tal grito, / tal lámpara extinguir / que alumbra / la explosión de la muerte interminable, / la cámara interior donde no puede / reposar ni morir en el gris de Guernica / la memoria.
José Bergamín
miércoles, 21 de febrero de 2007
la estrofa que más vive, siempre es la mas vivida.
Un mal verso supera la más perfecta prosa,
aunque en prosa y en verso digas la misma cosa.
Así como el exceso de virtud hace el vicio,
el exceso de arte llega a ser artificio.
Escribe de tal modo que te entienda la gente,
igual si es ignorante que si es indiferente.
Cumple la ley suprema de desdeñarlas todas,
sobre el cuerpo desnudo no envejecen las modas.
Y sobre todo, en arte y vida, sé diverso,
pues solo así tu mente revivirá en tu verso.
martes, 20 de febrero de 2007
Nunca te quejes de nadie, ni de nada, porque fundamentalmente TÚ has hecho
lo que querías en TU vida.
Acepta la dificultad de edificarte a ti mismo y el valor de empezar corrigiéndote.
El triunfo del verdadero hombre surge de las cenizas de su error.
Nunca te quejes de TU soledad o de TU suerte, enfréntala con valor y acéptala.
De una manera u otra eres el resultado de tus actos y prueba que TÚ siempre has de ganar.
No te amargues de TU propio fracaso ni se lo cargues a otro, acéptate ahora o seguirás
justificándote como un niño. Recuerda que cualquier momento es bueno para comenzar
y que ninguno es tan terrible para claudicar.
No olvides que la causa de TU presente es TU pasado así como la causa de TU futuro
será TU presente. Aprende de los audaces, de los fuertes, de quien no acepta situaciones,
de quien vivirá a pesar de todo. Piensa menos en tus problemas y más en TU trabajo;
tus problemas, sin alimentarlos, morirán.
Aprende a nacer desde el dolor y a ser más grande que el más grande de los obstáculos.
Mírate en el espejo de ti mismo y serás libre y fuerte y dejarás de ser un títere de las
circunstancias porque tú mismo eres TU destino. Levántate y mira el Sol por las mañanas
y respira la luz del amanecer. TÚ eres parte de la fuerza de TU vida, ahora despiértate,
lucha, camina, decídete y triunfarás en la vida; nunca pienses en la suerte, porque la suerte
es el pretexto de los fracasados.
Pablo Neruda
lunes, 19 de febrero de 2007
Durante los primeros años del hospital de ciegos, como se sabe, todos los internos detentaban los mismos derechos y sus pequeñas cuestiones se resolvían por mayoría simple, sacándolas a votación. Con el sentido del tacto sabían distinguir las monedas de cobre y las de plata, y nunca se dió el caso de que ninguno de ellos confundiese el vino de Mosela con el de Borgoña. Tenían el olfato mucho más sensible que el de sus vecinos videntes. Acerca de los cuatro sentidos consiguieron establecer brillantes razonamientos, es decir que sabían de ellos cuanto hay que saber, y de esa manera vivían tranquilos y felices en la medida en que tal cosa sea posible para unos ciegos.
Por desgracia sucedió entonces que uno de sus maestros manifestó la pretensión de saber algo concreto acerca del sentido de la vista. pronunció discursos, agitó cuanto pudo, ganó seguidores y por último consiguió hacerse nombrar principal del gremio de los ciegos. Sentaba cátedra sobre el mundo de los colores, y desde entonces todo empezó a salir mal.
Este primer dictador de los ciegos empezó por crear un círculo restringido de consejeros, mediante lo cual se adueñó de todas las limosnas. A partir de entonces nadie pudo oponérsele, y sentenció que la indumentaria de todos los ciegos era blanca. Ellos lo creyeron y hablaban mucho de sus hermosas ropas blancas, aunque ninguno de ellos las llevaba de tal color. De modo que el mundo se burlaba de ellos, por lo que se quejaron al dictador. Éste los recibió de muy mal talante, los trató de innovadores, de libertinos y de rebeldes que adoptaban las necias opiniones de las gentes que tenían vista. Eran rebeldes porque, caso inaudito, se atrevían a dudar de la infalibilidad de su jefe. Esta cuestión suscitó la aparición de dos partidos.
Para sosegar los ánimos, el sumo príncipe de los ciegos lanzó un nuevo edicto, que declaraba que la vestimenta de los ciegos era roja. Pero esto tampoco resultó cierto; ningún ciego llevaba prendas de color rojo. Las mofas arreciaron y la comunidad de los ciegos estaba cada vez más quejosa. El jefe montó en cólera, y los demás también. La batalla duró largo tiempo y no hubo paz hasta que los ciegos tomaron la decisión de suspender provisionalmente todo juicio acerca de los colores.
Un sordo que leyó este cuento admitió que el error de los ciegos había consistido en atreverse a opinar sobre colores. Por su parte, sin embargo, siguió firmemente convencido de que los sordos eran las únicas personas autorizadas a opinar en materia de música.
Neftalí Reyes
(Si quieres escucharlo en la voz de Joaquín Sabina, aquí lo tienes)
sábado, 17 de febrero de 2007
a las torres, sin ti me estremecía.
Qué desgana esperar un nuevo día
sin que me abraces y sin que me beses.
A fuerza de tropiezos y reveses
la piel de la esperanza se me enfría.
Qué agonía ocultarte mi agonía,
y qué resurrección si me entendieses.
Atardeció sin ti. Seguro y lento,
el sol se derrumbó, limón maduro,
y a solas recibí su último aliento.
Quién me viera caer, lento y seguro,
sin más calor ni más resurgimiento,
gris el alma y frustrada entre lo oscuro.
Antonio Gala — España, 1930
viernes, 16 de febrero de 2007
Se me acabó el papel,
no sé que hacer.
Las ideas me vienen
de forma precipitada
mezclando opiniones,
recuerdos y sentimientos.
Me encuentro en la cueva
obscura y fría,
intento fijar la mirada
pero mis ojos
han declarado su independencia
y sólo descansan
para dejar en blanco mis ideas.
Se ha acabado el papel.
No sé cuantos borrones hice,
no sé cuantos borrones habrá
no sé si volveré a intentarlo
no sé si debo, no sé si puedo
no sé si quiero.
Se me ha acabado el papel.
VIDIYA
Un leñador de Cheng se encontró en el campo con un ciervo asustado y lo mató. Para evitar que otros lo descubrieran, lo enterró en el bosque y lo tapó con hojas y ramas. Poco después olvidó el sitio donde lo había ocultado y creyó que todo había ocurrido en un sueño. Lo contó, como si fuera un sueño, a toda la gente. Entre los oyentes hubo uno que fue a buscar el ciervo escondido y lo encontró. Lo llevó a su casa y dijo a su mujer:
-Un leñador soñó que había matado un ciervo y olvidó dónde lo había escondido y ahora yo lo he encontrado. Ese hombre sí que es un soñador.
-Tú habrás soñado que viste un leñador que había matado un ciervo. ¿Realmente crees que hubo un leñador? Pero como aquí está el ciervo, tu sueño debe ser verdadero -dijo la mujer.
-Aun suponiendo que encontré el ciervo por un sueño -contestó el marido- ¿a qué preocuparse averiguando cuál de los dos soñó?
Aquella noche el leñador volvió a su casa, pensando todavía en el ciervo, y realmente soñó, y en el sueño soñó el lugar donde había ocultado el ciervo y también soñó quién lo había encontrado. Al alba fue a casa del otro y encontró el ciervo. Ambos discutieron y fueron ante un juez, para que resolviera el asunto. El juez le dijo al leñador:
-Realmente mataste un ciervo y creíste que era un sueño. Después soñaste realmente y creíste que era verdad. El otro encontró el ciervo y ahora te lo disputa, pero su mujer piensa que soñó que había encontrado un ciervo que otro había matado. Luego, nadie mató al ciervo. Pero como aquí está el ciervo, lo mejor es que se lo repartan.
El caso llegó a oídos del rey de Cheng y el rey de Cheng dijo:
-¿Y ese juez no estará soñando que reparte un ciervo?
jueves, 15 de febrero de 2007
Como a los viejos gatos
nos echan a patadas de todos los salones.
Jubilarse es así, sentirse gato
en un mundo de perros mimados y fascistas,
que gustan reventar gatos viejos, rendidos.
O sentirse hombre anuncio,
con un “A este le queda un cuarto de hora”
colgando de tus hombros, de tu fama.
Pero lo peor de todo es la certeza
de saberse esperando lo infinito.
No son homenaje de tu gusto,
donde hay gente que ensaya luto y pésame,
para un día cercano y previsible,
y donde otros te olvidan con urgencia,
como si de verdad hubieras muerto.
miércoles, 14 de febrero de 2007
Amado Nervo (1870-1919).
-Si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer, no has amado.
William Shakespeare (1564-1616) Escritor británico.
-El amor es una amistad con momentos eróticos.
Antonio Gala (1930-?) Dramaturgo, poeta y novelista español.
lunes, 12 de febrero de 2007
En este instante, breve y duro instante,
¡cuántas bocas de amor están unidas,
cuántas vidas se cuelgan de otras vidas
exhaustas en su entrega palpitante!
Fugaz como el destello de un diamante,
¡qué de manos absurdamente asidas
quieren cerrar las más leves salidas
a su huida perpetua e incesante!
Lentos, aquí y allá, y adormecidos,
¡tantos labios elevan espirales
de besos!... Sí, en este instante, ahora
que ya pasó, que ya lo hube perdido,
del cual conservo sólo los cristales
rotos, primera ruina de la aurora.
(En este instante, breve, y duro instante...)
Angel González — España, 1925
viernes, 9 de febrero de 2007
Dios te hizo hombre para mí. Te admiro desde lo más profundo de mi subconsciente con una admiración extraña y desbordada que tiene un dobladillo de ternura. Tus problemas, tus cosas me intrigan, me interesan y te observo mientras discurres y discutes hablando del mundo y dándole una nueva geografía de palabras. Mi mente esta covada para recibirte, para pensar tus ideas y darte a pensar las mías; te siento, mi compañero hermoso, juntos somos completos y nos miramos con orgullo conociendo nuestras diferencias sabiéndonos mujer y hombre y apreciando la disimilitud de nuestros cuerpos.
GIOCONDA BELLI